28 de marzo de 2019

Perla marina

Esta canción la escuché por primera vez un otoño de 2018. La soprano que la interpretó unificó con sentimiento estos versos de Sindo Garay y me trasladó al fondo del mar, a contemplar la apacibilidad con que las conchas marinas cubren de un manto delicado una piedra común...

“Sindo estaba en La Habana en 1912 y frecuentaba un parque donde había una residencia estudiantil. Allí le tocaba y cantaba a los jóvenes. Las muchachas se acercaban a escucharlo, él siempre fue un admirador de las mujeres y de su belleza. Una de ellas, de quien nunca recordó el nombre, le pidió que le dedicara una canción. Compuso entonces ‘Perla marina’”.

Perla marina
Autor: Sindo Garay
Perla marina,
que en hondos mares
vive escondida
con los corales.
Celaje tierno
de allá de Oriente
tierna violeta,
del mes de abril.
Tú eres el ángel
con quien yo sueño
extraño idilio
de los poetas.
Alma sublime
para las almas
que te comprenden
fiel como yo.

Muerte en la rúa Augusta


de Tedi López Mills
Por Abril Albarrán  
 
Abres el libro. Las primeras líneas te describen la escena de un crimen que firma un tal Anónimo. Pasas la página y ¡pum! hay versos:
En la primera mañana de su vida nueva
el señor Gordon (santo señor Gordon)
hacía dibujos para los nietos de sus vecinos
y atildaba el jardín para su esposa, Donna:
Terminaste las primeras páginas y sientes que lo que acabas de leer no es sólo un poema, te tomas un momento antes de continuar para averiguar de qué se trata esto. Tu curiosidad por fin despierta. Echas un rápido vistazo a todas las páginas. Todas están escritas de la misma forma. Concuerdas con la nota de Anónimo: “esto ni se lee, ni se entiende”. Pero por algo continúas leyendo, ¿será que quieres saber quién es ese tal Anónimo y por qué “el tal cadáver del señor llamado Gordon”  yace ahí?
En estas páginas hallarás un poema narrativo, lo que puede indicar que su contenido no será fácil de descifrar. Para empezar, casi como una contradicción, la historia avanza en retroceso; narra la vida de Gordon Smith un jubilado que fue diagnosticado con un comportamiento inestable y ahora se dedica a escribir sus pensamientos, recuerdos y uno que otro dibujo. Hasta aquí, tiempo fuera. No sólo porque sus líneas estén cortadas en verso significa que sea poesía, este género va más allá de lo que vemos a simple vista.
Aquí me parece pertinente recordar un concepto que los formalistas rusos emplearon para hablar de uno de los propósitos del arte, el extrañamiento o desautomatización, que no es más que brindar al receptor una percepción diferente a la sensación de que la realidad es una para todos, hay que aumentar la dificultad de esa percepción porque el arte también es una forma de experimentar cualidades.[1] En esta obra, Mills plantea esa desautomatización. Toma una historia trivial, pero no es conveniente contarla sólo como una novela, mantiene el respeto hacia su lector incrementando la dificultad, ¿cómo? narra la historia de Gordon en verso. Te preguntarás, ¿qué es lo difícil de la poesía? Te digo, desde Aristóteles, algunos humanos nos hemos hecho esa pregunta y ya es el siglo XXI y no hemos podido acordar en una respuesta absoluta, pero te puedo enumerar sus cualidades, una de ellas es emplear metáforas, las cuales, en esta historia, ayudan a que veas el otro lado de la moneda.
Mi conciencia tiene huesos
y están rotos, Anónimo.
Mientras lees no sólo quedas como espectador de una muerte, confluyes con los pensamientos del autor a través del desdoblamiento de Gordon en Anónimo. Es ahí donde también puedes darte cuenta de la posición que tiene la poesía en un mundo narrativo, la poesía, el género literario que por excelencia no se lee ni se entiende, ya te escucho decir <> Pero la poesía es ese extrañamiento al que siempre podemos girar para ver el trasfondo de nuestra realidad. En estás 148 páginas, Mills debate consigo misma sobre ¿qué es el yo lírico? Al terminar de leer Muerte en la rúa Augusta decidirás si mueres en el intento o persistes en ver detrás del telón.

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[1] Víktor Shklovski, El Arte Como Técnica, 9° ed., Trad. Ana María Nethol, Siglo Veintiuno editores, México, 1917.

16 de septiembre de 2016

William Wordsworth

(7 de abril 1770 - 23 de abril 1850) fue uno de los más importantes poetas románticos ingleses. Junto a Samuel Taylor Coleridge, contribuyó a la evolución de la época romántica en la literatura inglesa con su publicación conjunta de Baladas líricas en 1798. El carácter innovador de su poesía se debe a la elección de los protagonistas, personajes de humilde extracción, del tema, que es la vida cotidiana, y del lenguaje, sencillo e inmediato.


Ahora, mientras los pájaros cantan

Ahora, mientras los pájaros cantan alegres melodías
Y los pequeños corderos retozan
Como si bailaran al son de un tambor,
A mí me invade la pena: un lamento me brindó alivio pasajero
Y ahora recupero mi fortaleza.

Desde arriba resuenan las trompetas de las cascadas,
Mi dolor no enturbiará de nuevo la primavera.
Oigo los ecos que retumban en las montañas,
El viento llega hasta mí desde hermosos valles
Y nace la felicidad en mí.

La tierra y el mar se entregan de nuevo a ella,
Y a mediados de mayo los animales se sienten alegres.
¡Tú, hijo de esa alegría, grita a mi alrededor,
Quiero oírte gritar, oh pastor feliz!




Oí mil notas mezcladas

Oí mil notas mezcladas,
Mientras en la arboleda me sentaba reclinado,
En ese dulce ánimo en que los serenos pensamientos
Traen ideas de tristeza a mi pensamiento.

A sus bellas obras la naturaleza unió
El alma humana que por mí fluía;
Y mi corazón se angustiaba al pensar
Lo que el hombre ha hecho al hombre.

A través de las matas de la dulce enramada
Tejía la pervinca sus guirnaldas;
Y doy mi fe que cada flor
Se deleita en el aire que respira.

Los pájaros a mi alrededor saltaban y jugaban,
No puedo yo medir sus pensamientos,
Pero el menor de sus revuelos
Parecía de placer estremecido.

Las ramas que brotan extienden su abanico
Para capturar el aire de la brisa;
Y debo pensar, y hago cuanto puedo,
En el placer que había en aquel lugar.

Si no puedo evitar tales pensamientos,
Si tal fuese la intención de mis creencias,
¿No tengo acaso razón para lamentar
Lo que el hombre ha hecho al hombre?

18 de abril de 2015

Gustavo Adolfo Bécquer

(Sevilla, 17 de febrero de 1836 - Madrid, 22 de diciembre de 1870) Poeta y narrador español, perteneciente al movimiento del Romanticismo.Bécquer, junto a otros poetas, les atraía el Romanticismos alemán, especialmente el de Hein. Buscaba un lirismo intimista, sencillo de forma y parco de ornamento, refrenado en lo sensorial para que mejor trasluzca el sentir profundo del poeta. Su lírica ya no es declamatoria sino para decir al oído.



Rima XX

Sabe, si alguna vez tus labios rojos
quema invisible atmósfera abrasada,
que el alma que hablar puede con los ojos
también puede besar con la mirada.



Rima XXIII

Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... ¡yo no sé
qué te diera por un beso!



Rima LXIX

Al brillar un relámpago nacemos
y aun dura su fulgor cuando morimos:
¡tan corto es el vivir!

La gloria y el amor tras que corremos
sombras de un sueño son que perseguimos:
¡despertar es morir!



(Si le interesa leer más del autor busque Rimas y Leyendas)

4 de marzo de 2015

EL SEMINARISTA DE LOS OJOS NEGROS

De Miguel Ramos Carrión

Desde la ventana de un casucho viejo
abierta en verano, cerrada en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientas la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello,
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.
Él, solo a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los clérigos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.

Desde la ventana del casucho viejo
siempre sola y triste; rezando y cosiendo
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Pero no ve a todos: ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros;
cada vez que pasa gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.

Cuando en ella fija sus ojos abiertos
con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirla:  —¡Te quiero!, ¡te quiero!,
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!
¡Si yo no soy tuyo, me muero, me muero!
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de inverno
la niña que alegre saltaba del lecho,
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos;
por la angosta calle pasaba un entierro.

Un seminarista sin duda era el muerto;
pues, cuatro, llevaban en hombros el féretro,
con la beca roja por cima cubierto,
y sobre la beca, el bonete negro.

Con sus voces roncas cantaban los clérigos
los seminaristas iban en silencio
siempre en dos filas hacia el cementerio
como por las tardes al ir de paseo.

La niña angustiada miraba el cortejo
los conoce a todos a fuerza de verlos...
tan sólo, tan sólo faltaba entre ellos...
el seminarista de los ojos negros.

Corriendo los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo,
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

La labor suspende, los mira, y al verlos
sus ojos azules ya tristes y muertos
vierten silenciosas lágrimas de hielo.
Sola, vieja y triste, aún guarda el recuerdo
del seminarista de los ojos negros

12 de julio de 2014

Una rosa

I

Del pavimento
recojo una rosa 

y de sus pétalos
        se desprende
                              como vuelta de hoja
                                     en espirales
                                                         la memoria. 

             II

La calle
sostiene neumáticos rabiosos,
cantan las notas carmesí
                      de aquella melancólica. 

¿Cómo imprimir al aire
                en apacible silencio                          

                         el temor
                   de estas fauces?


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Perla marina

Esta canción la escuché por primera vez un otoño de 2018. La soprano que la interpretó unificó con sentimiento estos versos de Sindo Garay y...